Muchas gracias a todos los que me habéis dado la bienvenida.
Historias sobre esta moto habría algunas que contar, encuentros con gente maja, sustos mayúsculos, un accidente grave en Argelia, días (y noches) con una burrada de kms para llegar a un ferry o volver a tiempo al trabajo. No sé si tiene realmente interés.
Pero a veces nos preguntamos de donde nos viene la afición a los Flat Twin. En mi caso la cosa empezó en 1974. Iba entonces con una Yamaha RD 250 con la que estaba muy contento, buenas aceleraciones, ruidero simpático y sencilla de mantener. Me puse en la cabeza ir con ella al Cabo Norte, convencí a un amigo francés que me había escrito algo de una BMW 500 usada y quedamos en Colonia para salir un día de julio de 1974. Me esperaba algo como una /5, o una R50. El compi desembarca con una R51/3 de más de veinte años, cardán abierto, perdiendo aceite, medio tambor raquítico en la rueda delantera y estado de mantenimiento desconocido, pero equipada de un depósito de plastiquete de al menos 30 litros y un retrovisor de Mobylette. (Añadimos para nuestros compañeros más jóvenes que ni indicadores, ni cuentarrevoluciones, ni motor de arranque y bombilla amarilla de 6v para las etapas nocturnas). En fin, había llegado en día y medio desde Grenoble durmiendo algunas horas en una cuneta (sí, los moteros de entonces solían hacer esto a veces), así que adelante.
Es ese día que probé por primera vez una BMW. Sentí como la moto se inclinaba a la derecha al acelerar parada (??) y produje mi primer clong! al meter la marcha. Ni hablo de pasar de tercera a segundo sin ruido, asignatura en suspenso frágil hasta hoy. El día siguiente llegamos sin problemas a Travemünde - 500 km más de Autobahn - aspirados por los camiones, pasamos a Suecia , vimos el GP en Anderstorp ( Phil Read terminó segundo con la MV, no es que me acuerde, lo sabe Wikipedia ) y de allí siempre al norte.
Rápidamente se acabó el asfalto y empezó a llover. A llover cada día varias horas. La Yamaha, por supuesto con manillar bajo deportivo, cubiertos de barro máquina y conductor, embrague maltratado, sufría . Se me paraba a veces por problemas de bujías, entraba agua en el alternador, la cadena bien engrasada (error por supuesto!) emitía ruidos dudosos, y dos veces por lo menos la R51 tuvo que hacer de nodriza. Allí empecé a apreciar este producto de otros tiempos, que echaba columnas de vapor de agua, servía de calentador para guantes en las paradas, mantenía medianamente secos los pies de su piloto y seguía adelante imperturbable, subiendo las cuestas embarradas casi al ralentí. Pasamos a Noruega a la altura de Trondheim , y pronto empezó a nevar por momentos . La ropa de entonces no era impermeable, nos levantábamos mojados y nos acostábamos mojados. Los saucissons que traía Alain se acabaron el mismo día que mi botella de coñac. El dinero, muy justo. Fin del trayecto, media vuelta, dirección Cabo de Buena Esperanza. Este desastre organizativo tuvo un final feliz cuando pudimos embarcar en Bergen tres días después para Amsterdam.
La Yamaha tuvo que ser rectificada por haber tragado demasiado polvo, la BMW volvió a Grenoble sin problemas. En esos días me entró el virus de los Flat Twin y al mismo tiempo algo de razón.
El placer de ahora para mí es bajar la visera, ver enfrente de mí los Motometer de siempre, arrancar, salir a la comarcal, dejar atrás preocupaciones y vivir por unas horas la ilusión de que todo sigue igual. Una fuente de juventud, un recuerdo del tiempo cuando salíamos para donde sea sin preguntarnos nada.